El triste anciano y su milagro de navidad

Érase una vez un anciano que vivía en un pueblo muy lejos de la ciudad, era una de las pocas personas que quedaban en ese pequeño pueblo. El anciano en realidad no tenía familia, y por lo tanto era un poco gruñón. Ya se acercaba el mes de diciembre y ese pequeño pueblo se estaba preparando para festejar la navidad, el nacimiento del niños Jesús.

Para ese entonces, era el mes de Noviembre, entonces justo durante ese mes una familia de cinco personas se mudaron al frente de la casa del anciano, en la familia se encontraban la mamá, el papá, una hija mayor, un niño, y la más pequeña de los tres, la pequeña Bella. El anciano no sabía que ellos estaba escapando del comunismo, por lo que no le importaba, pero si se incomodó mucho por la bulla de los niños.

La madre al conocerlo empezó a entablar conversación con él, a pesar de que el anciano no quería hablar con aquella señora, no podía negarse, puesto que la señora tenía un temperamento muy fuerte, por lo que al anciano no le quedaba otro remedio que aceptar las invitaciones a cenar, almorzar y algunas veces salir al supermercado.

Un día la señora tenía que salir ocn urgencia, porque un familiar había fallecido, pero no podía llevar a sus hijas, puesto que era peligrosos que los niños hicieran ese viaje de cuatro días, por lo que decidieron dejarlas con el anciano, al inicio el anciano no accedió pero después de que la señora hablara con él tocandole el corazón, aquel anciano accedió.

En ese tiempo la que más se acercó al anciano fue Bella, a ella le encantaban los cuentos, leyendas, fabulas, y pues el anciano era un escritor, por lo que cada noche le leía un cuento que él había escrito, y a la niña le encantaba escucharlo. La niña descubrió que el anciano escribia, por que el primer día ella estaba sentada en la sala mientras que sus hermanos estaban jugando en el patio, el anciano tenía una maquina de escribir en la mesa, con muchas hojas, por lo que a ella le dió curiosidad.

El anciano salió de la cocina con unos jugos, y al ver a la niña en el escritorio preguntó: -¿no vas ajugar con tus hermanos?- a lo que la niña respondió: -no, prefiero estar sentada leyendo un cuento o algo a estar correteando con ellos- el anciano dijo:- puedo que tú seas la más sensata de los tres-.

El anciano continúa hablando:- Sabes yo solía escribir, por eso ves esa maquina de escribir en mi mesa- la niña le contesta: - ¿Ahora ya no?, o es que ya se aburrió de escribir. El anciano le responde con un seño medio fruncido pero como disculpándose.- No, en realidad ya nada se me ocurre, a pesar de que escribir es mi vida, ya no se me ocurre nada. Pero al final de cuentas a ti que te importa, tú solo eres una niña.- La niña medio sonriente le dice: - Tienes algún cuento que puedes leer para mí, por favor, de verdad quisiera escuchar.-

A partir de ese día la pequeña Bella se ganó el corazón del anciano y a él le encantaba leer para ella, cada cuento que leía era como si le contara un pedacito de su historia. Los días restantes, después de que sus padres llegaran y ellos ya volvieron a su casa, la pequeña Bella iba cada tarde a la casa del anciano a que él le contara un cuento.

Ya faltaba una semana para que sea 24 de diciembre, y el anciano se puso melancólico, porque sabía que no tenía una familia y no sabía con quién pasar la navidad. La niña empezó a notar al anciano bastante triste, incluso llegó a rechazar a la niña el contarle una historia. La niña evidentemente estaba preocupada, así que habló con su mamá, quien ya había planeado invitarlo a sus casa, porque en ese mes que se conocieron, el anciano había sido como un abuelo para los niños, en especial para la pequeña Bella.

Bella era quien quería decirle al anciano que estaba invitado a la cena navideña familiar, pero el anciano estaba demasiado melancólico y justo había estado llorando, que cuando vio a la pequeña lo que hizo fue no abrirle la puerta, a pesar de que la niña gritase muy fuerte su nombre incluso diciéndole abuelo. Al ver que no respondía, ela escribió una carta para el anciano, la cual decía:

Querido abuelo, soy Bella, te escribo para decirte que te invitamos a nuestra cena familiar navideña, te espero con un lindo cuento navideño, mi primer cuento, para leértelo y me des tu aprobación, no faltes con amor Bella.

El anciano al ver esta carta, se conmovió y se puso a llorar, porque se dio cuenta que al final de todo Dios había escuchado su petición de tener una familia con quién compartir al menos una fiesta tan linda como la navidad. Su tristeza se volvió tan pequeñita que ese día se sintió el abuelo más afortunado del mundo.

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