1 Cuento sobre Apatía (El hombre en busca de un sentido de vida) Psicología Humanista
La Apatía del hombre en un Campo de Concentración
Cuando yo era joven, decidí ser voluntario en un campo de concentración, era tanta mi emoción que simplemente no imaginaba lo que iba a vivir.
Sabía algo de medicina, lo cual era muy conveniente si quería ayudar a unas cuantas personas con anemia, heridas, lesiones,
y enfermedades cuyo fin no quieren saber como es que terminaba la persona.
Era un sábado por la tarde, cuando me crucé con una hombre de aspecto amable quien me hizo la propuesta de ayudar con los enfermos dentro de un campo de concentración donde habían personas que necesitaban de nuestra ayuda. Yo con buen espíritu de "samaritano", acepté y sin más preámbulos me acerqué a ayudar a los pobres desvalidos.
Cuando ingresé a este capo, jamás me imaginé que también hubiera otra persona que se llamara como yo, y menos que se pareciera a mi. Después de varios días de ayudar a varios enfermos y dar de comer a muchas personas una tarde cuando estábamos regresando después de un día de curar y ayudar a enfermos, unos oficiales nos detuvieron e hicieron que yo me quedara, porque supuestamente me estaba escapando con la gente que estaba en ese carro.
Las personas que me acompañaban trataron de convencer a los oficiales de que se estaban confundiendo, pero lastimosamente mi nombre lo decía todo, y peor aún, ese otro hombre había fallecido unos días antes, y como era de costumbre los cadáveres se quedaban días, y nadie se preocupaba por ellos, excepto quienes iban a ayudar a esa gente. Y pues para la cereza del pastel éramos nosotros los que habíamos enterrado a ese hombre.
Sin más remedio y sin más explicación esos oficiales me obligaron a quedarme en ese campo. Tengan por seguro que solo necesitan un par de semanas ahí dentro para que te conviertas en una persona apática, simplemente impasible y con un asco terrible. Todos los días miraba como obligaban a las personas más débiles a realizar trabajos forzados, como cargar toneladas de madera en un solo día, o picar rocas, o cavar hoyos muy profundos. Cuando hablo de personas más débiles, me refiero a aquellas personas que tienen anemia, son flacas, casi raquíticas, se les podía ver los huesos como si fueran esqueletos, casi no podían caminar y con dificultad podían subir escaleras.
Un día trajeron a un niño de quince años, y vi que ese día hicieron que se pare bajo el sol todo el medio día. Los oficiales hacían que cave huecos profundos sin zapatos en la tierra hirviendo. Todo esto personalmente ya no me causaba ningún sobresalto emocional; no sentía ningún tipo de asco, piedad u horror, no como al principio; recuerdo que todo esto me llegó a espantar. Estaba en la puerta del barracón cuando de repente veo que un hombre de unos 45 años de edad, cae como un asqueroso costal de papas en medio del patio.
Los más nuevos veían con horror la muerte de este hombre, pero la mayoría de los antiguos y yo estábamos acostumbrados a ver este tipo de escenarios, varios prisioneros antiguos se acercaron a este hombre uno le quitó su saco, puesto que por las noches hacía un espantoso frío, otro le quitó sus zapatos, porque los que tenía no eran de madera como los del muerto, otro hombre le quitó sus pantalones porque los suyos ya estaban con agujeros.
Yo sin embargo estaba comiendo sentado en la puerta del barracón viendo todo esto, y de repente vino a mi mente que en la mañana de ese día estaba conversando con ese hombre como si nada hubiera pasado, incluso dijo que me acompañaría en el almuerzo para comer juntos esa asquerosa sopa que servían todos los días. Pero en lugar de sentir nostalgia, estaba completamente impertérrito, no sentía absolutamente nada, todo me causaba una insignificancia. Probablemente porque padecía de un adormecimiento de mis emociones, lo cual para mi ya era común por todo lo que veía todos los días.
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Me hizo llorar la historia muy buen cuento